Fecha: 2 de marzo de 2025
Estimados misioneros de Dios:
Hoy, día de Hispanoamérica y de la OCHSA, deseo dirigirme a los sacerdotes, diáconos, miembros de vida consagrada y laicos que entregáis vuestra vida cada día por el Evangelio en el continente americano. Y lo hacéis bajo el lema Historia de esperanza, propuesto por la Comisión Episcopal de Misiones y Cooperación con las Iglesias.
La Iglesia celebra de manera especial esta jornada con la mirada puesta en los sacerdotes diocesanos de la Obra para la Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCHSA), apóstoles con corazón de carne que habéis dejado vuestras diócesis de origen para poneros al servicio de Dios en diferentes rincones de ese continente.
La vida se acrecienta dándola y se debilita dejándose llevar por la comodidad. Y vosotros, discípulos del Señor, habéis decidido encarnar en lo más profundo de vuestro ser cada página del Evangelio, abandonándoos en tierras donde la vida cuesta y donde la esperanza es un bien sagrado que no amanece todos los días.
En la raíz de la pobreza extrema habitan muchas vidas sumidas en la violencia, el abandono, la soledad, el hambre o la desestructuración familiar. Y vuestra misión, en esos rincones habitados por un Dios humanamente pobre, rompe cualquier estructura de poder, de estado o de clase.
Vuestras manos, gastadas y desgastadas por ayudar al prójimo para que se encuentre con Cristo, son la prolongación de la Eucaristía.
Ahora, mientras pienso en cómo habéis llegado a derramar, en tantas ocasiones y en medio de tanta prueba, hasta la última gota de vuestra sangre, recuerdo a San Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, quien fue asesinado de un disparo en el corazón mientras celebraba la Santa Misa. Y no fue en un lugar cualquiera, estaba en la capilla de un hospital para enfermos de cáncer de El Salvador. El obispo murió a los pies del altar en el Hospital La Divina Providencia. Su sangre abriría paso a un amor que aún hoy marca el camino hacia el corazón de Dios. «Toda persona que lucha por la justicia, que busca reivindicaciones justas en un ambiente injusto, está trabajando por el Reino de Dios», manifestó el prelado salvadoreño, profeta de la Verdad y defensor a ultranza de los derechos humanos. Que su recuerdo bañe la tierra que ahora pisan vuestros pies.
Hoy, además de invitar a todos a colaborar con y por vosotros a través de la oración y la ayuda económica, le doy gracias a Dios por vuestras vidas: nunca olvidéis que vuestra labor, derramada entre la fuerza y la debilidad, entre la gloria y la cruz, es la semilla que mantiene en pie el corazón más humano de la Iglesia. Que Dios os siga bendiciendo, para que transforméis el dolor de los que sufren en una profunda alegría.