Fecha: 26 de noviembre de 2023
“Tan cerca de mí que hasta lo puedo tocar, Jesús está aquí”. Hoy domingo, solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey de todo el mundo, podemos rezar con esta conocida canción puesto que, en todas las celebraciones de la eucaristía, proclamamos el capítulo 25 del evangelio según San Mateo, la parábola del juicio final. En ella, Jesús se identifica con quienes pasan hambre, quienes pasan sed, los sintecho, quienes van desnudos, los enfermos, quienes están en la prisión. A partir de este evangelio podemos afirmar que Jesucristo está muy cerca de cada uno de nosotros. Tienes cerca el hospital, con muchos enfermos dentro: Jesucristo está allí. Tienes cerca la prisión, con muchos detenidos: Jesucristo está allí. Como dice la canción mencionada: “muy cerca de ti, en tu corazón, puedes adorar a tu Señor”.
En nuestro mundo occidental parece que cuesta tener fe. Y también es verdad que cuesta encontrar misericordia. Es difícil vivir el encuentro con Jesucristo resucitado, con Cristo vivo que nos quiere vivos. Pero sobre todo cuesta encontrarle si le queremos buscar allí donde no está. En cambio, según la mencionada parábola del juicio final, resulta paradójico que Jesucristo está tan cerca que lo podemos tocar cuando nos aproximamos a los insignificantes de este mundo, a quienes no cuentan, a los descartados, como nos recuerda a menudo el Papa Francisco.
Santa Teresa de Calcuta sufrió en algunas ocasiones momentos de oscuridad en la fe. Pero nunca abandonó a los pobres. Y he aquí que la oscuridad se transformó en luz. La luz de Cristo, identificado con los pobres y necesitados, deshizo su noche oscura. Amando preferentemente a los pequeños y desvalidos amamos a Jesucristo y nos llenamos de su amor.
La identificación de Jesús con los necesitados de todo tipo tiene muchas consecuencias: no puede haber separación entre la fe en Dios y el amor a los demás, concretamente a los más pobres. Ojalá marquen ellos nuestras prioridades, nuestro estilo de vida. No olvidemos que Jesús nos cuestiona no para hacernos sentir frustrados sino para invitarnos a que el camino que elegimos en la vida sea el suyo, para invitarnos a una conversión constante, personal y comunitaria, siendo felices.
Pedimos hoy al Señor que sepamos buscarle y amarle con un corazón misericordioso, que sepamos encontrarle, a Él, Jesucristo, Rey de todo el mundo, en los hermanos que más están sufriendo, donde Él está tan cerca que lo podemos tocar.