Fecha: 29 de diciembre de 2024

Este domingo, 29 de diciembre, iniciamos en todas las diócesis de la Iglesia en el año del Jubileo, un año de gracia con motivo del 2025 aniversario del nacimiento de Jesús. En la basílica de San Pedro del Vaticano el pontífice lo ha iniciado ya el pasado 24 de diciembre, la víspera de la Solemnidad de la Natividad del Señor.

En este momento de nuestra vida en el que nos disponemos a vivir un tiempo de gracia podemos preguntarnos ¿qué quiere decir un año de gracia? ¿Qué significa y qué debe suponer para nosotros un año jubilar? En el Antiguo Testamento, el jubileo se presentaba como un año sabático dedicado a Dios, un año en el que se descansaba, se ponían a los esclavos en libertad, se dejaban de trabajar las tierras y se restituían las posesiones que se habían comprado. Era un tiempo para centrarse y volver a dar a Dios la primacía en todo, puesto que Él había liberado al pueblo de la esclavitud de Egipto y le había conducido hasta una tierra prometida de libertad. Era volver al origen, volver a empezar.

Por su parte, Jesús se presentó como el enviado de Dios que ofrece al mundo el auténtico año santo y jubilar como nos lo transmite el evangelio de san Lucas: «El sábado, como tenía por costumbre, entró en la sinagoga y se levantó a leer. Le dieron el volumen del profeta Isaías, lo desplegó y encontró el pasaje donde está escrito: El Espíritu del Señor reposa sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a llevar la buena nueva a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos el regreso a la luz, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor… Hoy se cumple esta escritura que acabáis de escuchar» ( Lc 44, 16-21).

El lema escogido por el Papa para este año especial es “Peregrinos de la esperanza”. Es un año, por tanto, marcado por esta virtud teologal tan necesaria en los tiempos actuales en la Iglesia y en general en toda nuestra sociedad. Ser peregrinos de esperanza supone que la vivimos y que caminamos para tener cada día una mayor esperanza, y que somos portadores y comunicadores de esperanza. La pregunta que nos deberíamos plantear hoy es cual es mi esperanza, ¿qué espero yo y en quien tengo puesta mi esperanza? Y también si somos realmente portadores de esperanza.

Este Jubileo debe ser para todos ocasión de reavivar la esperanza, nos dice el papa Francisco en la Bula de convocación del Jubileo. Dejémonos conducir por lo que el apóstol Pablo escribió a los cristianos de Roma: «La esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,1-2.5).

La esperanza de estas Navidades y la esperanza de este Año Santo debe hacerse presente en nuestras vidas. Debemos aprovechar esta gracia. Tenemos la oportunidad de un Año Santo para salir de nosotros mismos e ir al encuentro del otro y compartir la esperanza con los hermanos. Un año para recibir el don del perdón y de la indulgencia, es decir, de la remisión de los pecados y de sus consecuencias, para reanudar el camino como desde el principio. Un tiempo para volver la gracia primera de la fe y un año para dar gracias a Dios por su amor, por la salvación que empezó a caminar entre nosotros hace 2025 años, porque Él espera también mucho de nosotros y es nuestra verdadera esperanza.