Fecha: 19 de junio de 2022
Hace pocos días se celebró en la Casa de la Iglesia la Asamblea Diocesana. Era el sábado, 28 de mayo, cuando nos reunimos más de doscientas personas que representaban a todos los sectores pastorales y a la inmensa mayoría de parroquias. Se desarrolló, como en años anteriores, en un ambiente festivo, respondiendo al lema presentado: EN CAMINO Y LLENOS DE ESPERANZA.
Desde un principio se organizó esta Asamblea queriendo unir las iniciativas del Plan Diocesano de Pastoral (2020-2024) con la propuesta del papa Francisco con motivo de la convocatoria del Sínodo de Obispos (2023). En ambos proyectos teníamos un compromiso expreso todos los miembros de nuestra diócesis. Y así se puso de manifiesto. En el primer caso, la elaboración del Plan Diocesano, con la participación de muchos agentes de pastoral desde el año 2019 y que se divulgó en una pequeña publicación para que todos tuviéramos con claridad el camino a recorrer. En el segundo caso, la participación en el Sínodo, se ha trabajado en múltiples reuniones a lo largo de este curso contribuyendo con muy variadas aportaciones a la iniciativa papal.
La Asamblea tuvo un intenso momento de oración centrada en los retos que tiene la Iglesia universal en estos momentos y la situación de nuestra diócesis. Hubo una llamada a rezar por los grandes problemas de nuestro mundo, las guerras, los refugiados, el hambre, las desigualdades…
A continuación se presentó una ponencia que recogía las aportaciones de diversos grupos de la diócesis a los cuestionarios sinodales con la constatación de las realidades pastorales existentes y las interpelaciones que nos plantean tanto desde el interior de nuestras comunidades, por el modo cómo vivimos nuestra fe, como desde el exterior al que tenemos que evangelizar.
Es muy difícil resumir en unas líneas el contenido de catorce folios que se presentó como fruto de las respuestas que incluían lamentos, iniciativas y proyectos, dificultades, éxitos, alegrías o elogios a determinadas sensibilidades cristianas. Me importa sobre todo constatar el dato de la presentación y el ambiente receptivo que se produjo. No se notaba sólo satisfacción por lo que entre todos realizamos sino preocupación por la lentitud en cumplir con nuestros compromisos de bautizados respecto a la catequesis en todos los niveles, la potenciación de nuestras comunidades con la fraternidad y la espiritualidad que nos pide el Señor, la pérdida o la disminución por el aprecio de nuestras raíces cristianas, el alejamiento de la fe de grandes sectores de nuestra sociedad y el insuficiente impulso de los cristianos convencidos para cambiar el signo de esta tendencia, la petición por una auténtica reforma de las estructuras eclesiales, la responsabilidad de los laicos en la marcha de la vida de la Iglesia, la permanente formación en todos los niveles para que resulte más coherente la fe que profesamos, la colaboración y la compasión con los más frágiles de la sociedad (parece que falta mayor dedicación de todos) y tantos otros asuntos que aparecieron en el resumen y que son igualmente importantes para renovar las comunidades.
Hubo un momento para el trabajo en grupos; la fórmula escogida fue la reunión por arciprestazgos debido a la historia pasada en el conocimiento mutuo y en la experiencia pastoral compartida. Algunos grupos fueron excesivamente numerosos pero esto no fue óbice para que se pudiera dialogar sobre los temas propuestos.
Fue una experiencia diocesana muy festiva. Se contagiaba la alegría esperanzada por la participación en la iniciativa del Papa. El documento final se remitió a la Secretaría de la Conferencia. Reservo para un posterior comentario las propuestas para nuestra diócesis. Os agradezco a todos la colaboración y el interés manifestado por la renovación de la Iglesia.