Fecha: 12 de junio de 2022
Los cristianos pretendemos a lo largo de nuestra vida atender de forma simultánea seis acciones que solemos repetir muchas veces para evitar el olvido y la exigencia de su cumplimiento. Tienen mucha importancia porque son un resumen de lo esencial de la vida cristiana. De forma análoga se podría aplicar también esta pretensión a la comunidad cristiana.
La escucha de la Palabra, la celebración de los sacramentos, la oración, la vida moral, la integración en una comunidad y el anuncio de la fe a los demás. Lo podríamos enunciar con seis verbos que deberíamos aprender a conjugar siempre con independencia de nuestro estado de ánimo o de nuestros gustos personales: escuchar, celebrar, orar, vivir, reunirse y anunciar. Ningún seguidor de Jesucristo puede prescindir de alguna de estas acciones. Es imprescindible conseguir un claro equilibrio en su desarrollo para que el organismo presente un crecimiento ordenado y armónico. Pensando en el cuerpo humano no se puede decir que todo es mente, ni que es fundamental sólo el corazón como lugar de los sentimientos, ni tener una preocupación abusiva por unas piernas veloces. Todo es igualmente importante y necesario; todo contribuye al crecimiento personal, a las relaciones sociales y al cumplimiento de las palabras del Señor.
Esta reflexión me viene de un modo más potente en la fiesta del CORPUS que celebramos el domingo, 19 de junio, y que tiene como dos vertientes, Día de Caridad y Adoración de la Eucaristía por calles y plazas de nuestros pueblos. La primera mantiene un gran reconocimiento en nuestra sociedad que, cuando oye hablar de Cáritas, parroquial o diocesana, muestra su respeto y admiración por tantos que hacen posible y visible la preocupación y la atención a los más necesitados y vulnerables. La segunda, la adoración, parece tener menos resonancia pero los cristianos sabemos que sin ella no se puede ejercer la caridad al estilo de Jesucristo. Si unimos ambas estamos poniendo el fundamento de la vida cristiana con las seis acciones mencionadas más arriba y fortaleciendo nuestra pertenencia a la comunidad eclesial al servicio de la sociedad.
Con estas líneas deseo animaros a que prestéis atención a las actividades que desarrolla CÁRITAS DIOCESANA y que sintetiza en una memoria anual que se ha presentado estos días a los medios de comunicación social y a todos los sectores de nuestra sociedad. Podéis comprobar la cantidad de grupos que se benefician de su atención: familias sin hogar o sin recursos económicos, ancianos en soledad, niños y adolescentes con refuerzo escolar, inmigrantes y refugiados, excluidos y descartados, parados o con un empleo precario… Y un largo etcétera que, seguramente, no llega a resolver todas las carencias que presenta nuestro mundo pero que contribuye en gran medida a la cercanía y ayuda a las personas con grandes dificultades. La fraternidad que predica Jesucristo y que todo cristiano aplica en su vida tiene aquí un desarrollo claro y equilibrado.
También es manifiesta la presencia de CARITAS PARROQUIAL. En gran cantidad de parroquias vive esta institución con un grupo de creyentes que la anima. En ambos casos es la misma comunidad cristiana la que apoya el conjunto de las acciones caritativas porque es consciente que sin esta dedicación el mensaje de Jesucristo quedaría amputado.
Termino con una referencia a la Eucaristíasin la cual todo lo anterior no tendría sentido cristiano. Sería una actividad filantrópica y nada más. El fundamento de la caridad radica en la Eucaristía a la que adoramos en el sagrario y en nuestras calles; nos alimentamos de ella en la celebración sacramental y nos muestra el camino para compartir lo nuestro con el prójimo.