Fecha: 18 de abril de 2021
El título de este comentario puede parecer una obviedad. Ningún católico puede vivir sin caridad que es el amor decidido a sus semejantes como una conclusión concreta de su fe en Jesucristo y la aplicación de la esperanza. Ya san Pablo lo expresaba con mucha fuerza en su carta a los Corintios combinando las tres virtudes teologales y definiendo perfectamente el amor, es paciente, es benigno, no se engríe, no tiene envidia, no es indecoroso ni egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia (13,4-6). Uno se queda muy pensativo ante la claridad de la teoría y las dificultades de su aplicación. Ojalá pudiéramos aceptar con normalidad la última frase del Apóstol: “…de las tres… la más grande es el amor”.
Cuando participo en alguna reunión de grupos parroquiales o diocesanos siempre oigo de parte de algún miembro la exigencia de “hacer” algo por los demás como consecuencia de su propia fe. Siempre hay alguien que espolea el corazón de todos para una dedicación concreta al servicio de la sociedad. Y si no se cumple, se nos queda un mal sabor de boca. O, más profundamente, se nos cita la vida y los ejemplos de Jesús, desde el buen samaritano hasta su amor total desde la cruz en favor de la humanidad; desde las bienaventuranzas hasta el discurso de despedida. Siempre hay alguien para recordar la coherencia entre la fe y la caridad.
Además de oír las anteriores apreciaciones que, en algunos casos se convierten en recriminaciones, compruebo la actuación de muchas comunidades. Grupos parroquiales de Cáritas que se organizan para prestar un servicio de alimentos o de ropa todas las semanas; otros grupos empeñados en dedicar parte de su tiempo al refuerzo escolar de niños y adolescentes; otros grupos que se esfuerzan con las actividades de tiempo libre con muchas horas de disponibilidad y dedicación; otros grupos que atienden la soledad de enfermos y gente mayor en sus domicilios llevando la comunión y su compañía. Y así hasta el infinito. Y prácticamente todos con la fe de Jesús en la mente y en el corazón Y de ello me alegro y, sin alardes, nos alegramos todos.
Desde hace unos años aparece en nuestra diócesis un intento de ayuda y coordinación de muchas organizaciones dedicadas a la caridad. Además de los numerosos grupos parroquiales, que son parte esencial de la Cáritas Diocesana, existe una XARXA D’ENTITATS CRISTIANES D’ACCIO SOCIAL I CARITATIVA de nuestro obispado, que atiende a numerosas personas en situación de especial dificultad. Recordáis que el obispado creó un Fondo Solidario Covid-19, con 20.000 euros, al que se sumaron muchos sacerdotes y laicos llegando a recoger casi 87.000 euros que se distribuyeron entre aquellas entidades que por la pandemia multiplicaron su atención y necesitaban más recursos. Presentaron unas memorias de su actividad concreta gracias al referido fondo que estamos dando a conocer y hemos decidido mantenerlo debido a las dramáticas consecuencias que todavía vivimos. Agradecemos de nuevo como ya hicimos el año pasado la colaboración de tantas personas atentas a las necesidades de sus hermanos.
Como podéis imaginar uno se alegra de los muchos brotes de caridad que aparecen entre personas y grupos católicos. Seguramente no se hace nada extraordinario, se intenta vivir con coherencia el mandato del Señor. Pero cuando la Iglesia recibe tantas críticas por otras cuestiones que ahora no vienen al caso y por las que pedimos perdón, no está mal que podamos comunicar este tipo de iniciativas que devuelven la credibilidad a la comunidad católica.