Fecha: 3 de marzo de 2024
La reflexión que os daba a conocer el pasado 11 de febrero combinaba el inicio del tiempo de la Cuaresma con la jornada de los enfermos. El motivo era claro: coincidía el inicio de la Cuaresma con el Miércoles de Ceniza (14 de febrero) y la festividad de la Virgen de Lourdes del mismo domingo, 11, con la referencia a los enfermos que tanta devoción profesan a esta advocación.
Vuelvo hoy sobre el mismo tema a mitad del camino de la preparación personal y comunitaria de la Pascua del Señor. Han pasado ya veinte días de este tiempo cuaresmal y los cristianos valoramos en mayor medida la vivencia personal de este tiempo tan significativo que las algaradas exteriores de los llamados carnavales que introducían la vida austera de la Cuaresma.
Vuelvo a este tema por otro motivo: informar y comentar el mensaje del Papa para la Cuaresma de este año que se hizo público el pasado día 1 de febrero cuando ya estaba en imprenta mi comentario anterior. Me parece oportuno que todos nosotros conozcamos el sentir del Santo Padre que orienta y acompaña a la comunidad universal en los diversos momentos del año. Es importante que nos consideremos parte de la Iglesia a la que se dirige la palabra del papa Francisco y que llega al corazón de todos los creyentes en las diversas partes del mundo. Para quienes no lo hayáis leído, os ofrezco unas breves referencias y la invitación a su lectura.
A través del desierto Dios nos guía a la libertad es el título del mensaje del año 2024. Empieza con la cita del libro del Éxodo: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud”. Le recuerda las palabras liberadoras que regala al pueblo en su camino por el desierto a pesar de sus rebeldías y murmuraciones. Son los Mandamientos del Sinaí que marcarán la trayectoria de un grupo humano que acepta la guía de Dios y procura la cohesión humana. Más adelante hace una referencia al profeta Oseas que habla de la realidad del desierto como tiempo de gracia. Dios educa a su pueblo desde el desierto/austeridad para que abandone sus esclavitudes.
El éxodo de la esclavitud a la libertad no es un camino abstracto. Aconseja buscar los aspectos concretos de la vida ordinaria siendo el primer paso ver la realidad para reconocer lo que oprime a los hermanos. Salta de la época bíblica a la nuestra para que nos sintamos interpelados por la gran cantidad de dificultades que vive nuestro mundo. Cita, por ejemplo, su viaje a Lampedusa para señalar la globalización de la indiferencia ante el dolor humano. Otros muchos datos de la actualidad nos conmueven y piden un corazón que sepa combinar los altos niveles de desarrollo científico y cultural y la oscuridad de las desigualdades y conflictos.
Aunque el pueblo de Israel no le pide la liberación, Dios toma la iniciativa para caminar delante y que nadie pisotee la dignidad del otro ni se nieguen los vínculos auténticos de fraternidad. Él no se cansa de nosotros y nos pide la conversión y la libertad total. Esto implica lucha, trabajo intenso tanto personal como comunitario y evitar las tentaciones múltiples, los ídolos, que se interponen en nuestro recorrido y nos desvían del objetivo final que es el sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud.
Termina con una referencia a la forma sinodal de la Iglesia que en estos últimos años estamos redescubriendo y cultivando. Es tiempo de decisiones comunitarias en las que todos los cristianos se sientan responsables hacia el interior de la comunidad eclesial y al servicio de toda la sociedad. Es muy fácil encontrar el texto íntegro. Lo tenéis en la web del obispado, de la Conferencia Episcopal o de la Santa Sede. También en muchas revistas religiosas que llegan a vuestro poder.