Fecha: 22 de marzo de 2020
Queridos diocesanos:
Repasando los comentarios dominicales anteriores compruebo que todos los años he escrito sobre este tema. En cada ocasión he intentado no repetir los datos o argumentos aunque siempre he insistido en la importancia de inscribirse en esta materia en la escuela que es, al mismo tiempo, de oferta obligatoria para los centros y opción libre para los alumnos. A pesar de las dificultades que algunos se empeñan en plantear en los distintos niveles administrativos o curriculares, el porcentaje de alumnos que se matricula es elevado y con una valoración positiva en su apreciación. Agradezco el esfuerzo y la tarea de todos aquellos que procuran el prestigio de los contenidos y de la metodología de esta materia en la escuela.
Entiendo que no se guarden dichos comentarios con el fin de compararlos o buscar matices que ayuden a la adhesión o a la discrepancia. Resumo con mucha brevedad la orientación de algunos de ellos. En uno hablaba del marco legislativo español y los acuerdos normativos internacionales, suscritos por nuestro país; en otro comentaba la situación de la referida asignatura en las naciones de Europa; en otro más la responsabilidad primera y fundamental de los padres en la educación de sus hijos y el apoyo de las instituciones a un feliz cumplimiento de la finalidad educativa. Recordaba también la postura de la propia Iglesia en el tema educativo con abundancia de documentos en los que fija la importancia de la formación integral de los alumnos; como dato significativo podéis encontrar, desde el Concilio Vaticano II hasta hoy, un montón de documentos, declaraciones y consejos de los sucesivos pontífices, de obispos y de diferentes organismos eclesiásticos.
Me gustaría no repetir. Añadiré solamente unas cuestiones previas.
El obispo no tiene mayor interés en este asunto que el de cualquier cristiano u otra persona vinculada al mundo educativo. Es un derecho de los padres y de los propios alumnos que la administración educativa está obligada a tutelar y a desarrollar. Los responsables de las escuelas deberían facilitar y no entorpecer una opción tomada por un gran número de ciudadanos. Es insólito que se creen unas condiciones de enfrentamiento, de lucha o de ataque y no de colaboración.
Cuando se utiliza el argumento de la libertad para tantas otras cuestiones parece contradictorio no aplicar el mismo rasero para esta materia. No se impone a nadie. ¿A quién molesta su ubicación en el marco escolar? En otros momentos se argumenta con la famosa palabra de “privilegio” para quien la ha elegido o, lo que es peor, para la Iglesia. Se busca la descalificación y, abundando en el igualitarismo actual, impedir las opciones de la educación integral, es decir, que todas las dimensiones del ser humano pueden y deben ser educadas.
Parece que algunos están empeñados en eliminar de nuestro horizonte vital una parte fundamental de la cultura occidental. Se ha escrito o hablado mucho sobre los componentes de nuestra sociedad, el pensamiento griego, el derecho romano y la religión cristiana sin cuya interrelación no acertaríamos a comprendernos. ¿Por qué prescindir de uno de los pilares de nuestra civilización? Sus contenidos se pueden aprender, se pueden evaluar y complementar con los de otras materias. Amplía el aprendizaje y modula los sentimientos positivos hacia los otros.
Una llamada final: los católicos pretendemos la coherencia de la fe y la vida. Inscribámonos, demos la importancia debida a esta materia escolar.
Con mi bendición y afecto.