Fecha: 26 de junio de 2022
Siempre nos ha sorprendido un hecho admirable: los santos más cercanos a la Eucaristía han sido los que han anunciado, vivido e impulsado el amor más perfecto, es decir, más universal y gratuito; en consecuencia del amor a los más pobres y necesitados. Como decimos, el hermano San Carlos de Foucauld es un paradigma de este hecho: se le conoce como el “hermano universal”; una expresión que puede sonar a fraternidad abstracta e indiferenciada, pero que sería totalmente ajena a la fraternidad que él generó con su palabra y su vida. El amor eucarístico es absolutamente concreto:
“La Eucaristía no sólo es un culto, se vuelve un estilo de vida asimilado y vivido junto a Jesús que se hizo Eucaristía. Carlos se convierte en una vida entregada a Dios y a los hombres, a semejanza de Jesús”.
“…este banquete divino del que me convertí en ministro, era necesario presentarlo no a los hermanos, a los parientes, a los vecinos ricos, sino a los cojos, a los ciegos, a los pobres. A las almas más abandonadas les hacen falta más sacerdotes.” (Carta al P. Caron, Beni-Abbés, 8 abril 1905)
“Creo que no hay ninguna palabra del Evangelio que me haya impresionado tanto y que haya transformado tanto mi vida como ésta: «Todo lo que hacéis a uno de estos pequeños, a mí me lo hacéis». Si pensamos que estas palabras son de la Verdad increada, de la boca que dijo «Este es mi cuerpo… ésta es mi sangre… «, con qué fuerza seremos llevados a amar a Jesús en estos «pequeños», estos pecadores, estos pobres, aportando todos los medios materiales para aliviar sus miserias temporales”. (Carta a Louis Massignon, 1 agosto 1916)
Su búsqueda prioritaria es de Cristo vivo. Una vez hallado en la Eucaristía, ve abierto el horizonte de los pobres, de todo tipo de pobreza en cualquier lugar del mundo. En este sentido, Carlos de Foucauld se inserta en toda una tradición secular de amor concreto eucarístico y su huella desencadenó un largo y variado carisma en sus seguidores.
Un ejemplo de la fecundidad de este carisma fue la Hermana Magdeleine de Jesús (Magdeleine Hutin, 1898 – 1989), fundadora de la Fraternidad de las Hermanitas. Los inicios de la historia espiritual de esta hermana son algo distintos a los de Carlos de Foucauld. Su búsqueda de la paz en medio de sufrimientos (orfandad, guerra, enfermedad), su fe, su sensibilidad hacia el mundo del Sahara y su capacidad de entrega en el servicio a los necesitados, le llevan a descubrir la espiritualidad del hermano universal, y compartir su carisma. Una misma lógica le lleva a establecer en cada comunidad la capilla con el sagrario. Nos impresiona que esta forma de vivir la fe permita aunar factores que normalmente vivimos por separado: contemplación y acción, unidad y apertura universal.
Su oración, que considera fundamental, es calificada por ella misma como “contemplativa”, sin dejar la acción. También la acción en favor de los más necesitados es “lugar místico”, cuando los momentos orantes también están llenos de la realidad de los pobres. Y desde aquí la proyección de un objetivo osado: la unidad sin perder la universalidad, la comunión de todos, sin exclusión por razón de lengua, nación, cultura, raza…
Desierto, oración, pobreza, Eucaristía, servicio a los más necesitados, apertura a lo universal. Todo entra en un mismo camino y una misma lógica. Un secreto que se revela a quienes se adentran en el misterio.