Fecha: 4 de julio de 2021

Acaba de entrar en vigor en España la Ley Orgánica de regulación de la eutanasia, y es necesaria una reflexión a partir de la Nota de los Obispos Españoles de diciembre pasado para fortalecer nuestros criterios.

1.- La Ley Orgánica de regulación de la eutanasia se tramitó de forma acelerada, en tiempo de pandemia y estado de alarma, sin escucha ni diálogo público.  El hecho es especialmente grave, pues instaura una ruptura moral y un cambio en los fines del Estado que pasa a ser responsable de la muerte infligida y también que la profesión médica, llamada en lo posible a curar o al menos a aliviar, en cualquier caso a consolar, y nunca a provocar intencionadamente la muerte.

2.- La Congregación para la Doctrina de la Fe publicó la CartaSamaritanus bonus sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida, (22.09.2020) que ilumina la reflexión y el juicio moral sobre este tipo de legislaciones. Y también ayuda el documento de la Conferencia Episcopal Española, Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de esta vida, (1.11.2019).

3.- Lo que se debe promover son los cuidados paliativos, que ayudan a vivir la enfermedad grave sin dolor, y el acompañamiento integral, por tanto también espiritual, a los enfermos y a sus familias. Este cuidado integral alivia el dolor, consuela y ofrece la  esperanza que surge de la fe y da sentido a toda la vida humana, incluso en el sufrimiento y la vulnerabilidad. La falta de cuidados paliativos es también una expresión de desigualdad social.

4.- La pandemia ha puesto de manifiesto la fragilidad de la vida y ha suscitado solicitud por los cuidados, al mismo tiempo que indignación por el descarte en la atención a personas mayores. Acabar con la vida no puede ser la solución para abordar un problema humano. La muerte provocada no puede ser un atajo que nos permita ahorrar recursos humanos y económicos; al contrario, frente a la muerte como solución, es preciso invertir en los cuidados y cercanía que se necesitan en la etapa final de esta vida. Esta es la verdadera compasión.

5.- La experiencia de los pocos países donde se ha legalizado la eutanasia nos dice que incita a la muerte a los más débiles. Al otorgar este supuesto derecho, la persona, que se experimenta como una carga para la familia y un peso social, se siente condicionada a pedir la muerte cuando una ley la presiona en esa dirección. Y se debe valorar la necesidad de la objeción de conciencia por parte del personal sanitario, responsables de residencias de ancianos y otros.

6.- El Papa Francisco afirma: «La eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para todos. La respuesta a la que estamos llamados es no abandonar nunca a los que sufren, no rendirse nunca, sino cuidar y amar para dar esperanza». Debemos responder a esta llamada con la oración, el cuidado y el testimonio público que favorezcan un compromiso personal e institucional a favor de la vida, los cuidados y una genuina buena muerte en compañía y con esperanza.