Fecha: 31 de diciembre de 2023
Queridos diocesanos:
Hoy se habla mucho de la familia. Seguramente siempre ha sido así porque los seres humanos hablamos muy asiduamente de aquello que más nos interesa. En las conversaciones rutinarias entre amigos se suele comentar aspectos del trabajo, del deporte o de la educación de los hijos. Hablamos también de cuestiones políticas que acaban muchas veces con nervios o con confrontación. Nos cuesta a todos imponernos serenidad, escucha, respeto a las opiniones ajenas y empeño en sobreponer nuestra razón. El aprendizaje del diálogo es lento y requiere de mucha humildad.
Hablar de la familia en un día como el de este domingo cuando la Iglesia propone a nuestra consideración la imagen de la Sagrada Familia es un gusto, una obligación y una convicción personal y social que, siguiendo las pautas de Jesús, María y José, ayudan a equilibrar nuestra personalidad que crece al lado de unas personas que nos quieren y a fomentar unas relaciones basadas en el amor y en la gratuidad. La familia es una institución fundamental en cualquier sociedad de cualquier época. Aceptamos, por supuesto, una evolución en sus manifestaciones pero insistimos en que es una pieza permanente y necesaria para la maduración de la personalidad de todo ser humano. En el interior de la familia somos queridos y aprendemos a corresponder al amor. Somos valorados y aprendemos a analizar y a discernir. Dialogamos y aprendemos a escuchar. Somos educados en los valores/virtudes y aprendemos la exigencia, el esfuerzo y el respeto. En el interior de la familia vivimos la libertad de los hijos de Dios aprendiendo la función que cada miembro ostenta y desarrolla. Ser padre, ser abuela, ser hijo o nieta… son papeles necesarios para una obligada relación de armonía y de crecimiento. No nos referimos sólo a la amistad entre los componentes de la familia. Pedimos mucho más, que todos cumplan a la perfección el don de Dios para la ayuda a todos los demás.
En estos días de tensión y guerra aprovecho para solicitar de todos vosotros que recéis por la paz. Demasiada destrucción, demasiada muerte, demasiada aniquilación de la familia que, a fin de cuentas, es el principal soporte y ayuda para reconstruir tanta devastación y sinsentido. Acompañando estas dos fundamentales realidades, la familia y la paz, cito unas palabras del papa Francisco, de 2021, en la 54.a Jornada Mundial de la Paz. Entre otras cosas decía: «Cada persona humana es un fin en sí misma, nunca un simple instrumento que se aprecia sólo por su utilidad, y ha sido creada para vivir en la familia, en la comunidad, en la sociedad, donde todos los miembros tienen la misma dignidad, de la que se derivan los derechos humanos, así como los deberes, que recuerdan, por ejemplo, la responsabilidad de acoger y ayudar a los pobres, a los enfermos, a los marginados, a cada uno de nuestros prójimos…». En este día de la familia se nos invita a hacer de la «cultura del cuidado» un estilo de vida, alternativo a la «cultura de la indiferencia».
Todos nosotros recordamos la disposición de la familia ante la epidemia última que, como dijeron los estudiosos de la sociología, fue la institución que encabezó la ayuda hacia todos los estamentos. Por supuesto tras los miembros de los sectores sanitarios que se volcaron en salvar vidas arriesgando la suya propia. Es un ejemplo más que nos permite a todos los cristianos valorar en su justa medida la familia de siempre, compuesta por un hombre y una mujer unidos en amor mutuo y abiertos a la vida que se prolonga en los hijos.
Somos conscientes de las dificultades que entraña formar una familia pero no nos cansaremos en valorar y apreciar como un gran don de Dios el haber nacido en el seno de esta institución que ha dado sentido a nuestra propia vida. Existen otra variedad de uniones pero los cristianos agradecemos la familia de hoy y de siempre que acoge nuestra existencia y nos da seguridad, cariño y libertad.
Con mi bendición y afecto.