Fecha: 5 de enero de 2025

Dios ha tomado un cuerpo, el Hijo encarna una personalidad concreta en la que vemos cómo es Dios y cómo relacionarnos con Dios. Qué es el hombre y cuál su vocación, tentaciones y destino. Desde entonces los discípulos de Jesús buscamos prolongar allá donde habitamos, la misma vida de Cristo respecto al modo de relacionarnos con Dios, con las personas y con el mundo. A partir del intercambio de regalos que ha tenido lugar en Navidad, Cristo nos reviste de gracia y gloria. ¿Qué podemos ofrecerle nosotros? Los Magos le ofrecían oro para reconocer su realeza, incienso por su divinidad y mirra para anunciar su trágico final. Cada día podemos ofrecer a Dios el oro de nuestro amor, el incienso de nuestra oración y la mirra de la cultura de los cuidados.

Nuestro cuerpo y nuestra personalidad tan diversas, están marcadas por un estilo concreto, tienen una orientación concreta, una medida: son medio para entrar en relación y comunión. Formamos el Cuerpo de Cristo en la Iglesia, compartimos el Cuerpo y la Sangre del Señor en la eucaristía y sentimos como nuestras las alegrías y tristezas de los cuerpos de las personas a quienes llamamos más que prójimos: amigos o hermanos. Prolongamos la encarnación, manifestamos la Navidad con su fuerza sanadora al contacto con las heridas propias y las del mundo.

La vida es un don inmenso, la familia el mejor regalo. La paz que el mundo no termina de conocer, un derecho humano y universal. En cada eucaristía abrimos Otro. El amor de Dios nos ha encontrado y nosotros a El. Tenemos motivos para el gozo: creemos en la Navidad cotidiana, la que prolonga y celebra la Encarnación del Hijo de Dios cada día. La que hace de nosotros instrumentos de paz y del amor un credo que se celebra con todo el cuerpo en la liturgia, y se confiesa con hechos de vida.  Somos mujeres y hombres de deseos, algunos cumplidos, otros por llegar. Tenemos sed de vida abundante para todos, sed de Dios y sed de comunión verdadera. Tenemos ideales, aprendemos a luchar, resistir y sortear dificultades. También sabemos confiar y adorar. Solidarios con las heridas de la humanidad también este nuevo año queremos promover la “cultura de la vida” acogiendo las tres acciones propuestas por el papa Francisco en su Mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero:

  • La llamada de san Juan Pablo II el año 2000, de pensar «en una notable reducción, si no en una total condonación, de la deuda internacional, que grava sobre el destino de muchas naciones. Es necesario, al mismo tiempo, el desarrollo de una nueva arquitectura financiera, que lleve a la creación de un Documento financiero global, fundado en la solidaridad y la armonía entre los pueblos.
  • »Un compromiso firme para promover el respeto de la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, para que toda persona pueda amar la propia vida y mirar al futuro con esperanza, deseando el desarrollo y la felicidad para sí misma y para sus propios hijos. También la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones.
  • »Apelando a san Pablo VI y a Benedicto XVI, en este tiempo marcado por las guerras: utilicemos al menos un porcentaje fijo del dinero empleado en los armamentos para la constitución de un Fondo mundial que elimine definitivamente el hambre y facilite en los países más pobres actividades educativas también dirigidas a promover el desarrollo sostenible».