Fecha: 13 de octubre de 2024

Nos encontramos ya a las puertas del inicio del Jubileo Ordinario de 2025. El papa Francisco, para ayudarnos a prepararnos espiritualmente para este acontecimiento tan importante, ha querido que dediquemos este año a reflexionar sobre la oración. Es por ello que, siguiendo las indicaciones del Papa, el Dicasterio para la Nueva Evangelización nos ha regalado unos preciosos Apuntes que nos ayudarán a orar con alegría y esperanza.

En este sentido, el P. Paul Murray, en el número cuatro de estos pequeños libros, nos propone un viaje apasionante, nos acerca a la experiencia de oración de cuatro santos.

Los santos nos pueden parecer personas extraordinarias, cuya experiencia de oración es inalcanzable. Sin embargo, ellos también aprendieron a orar. Ellos también pasaron por momentos de duda y dificultad.  Sin embargo, en los momentos más difíciles reconocieron su fragilidad y pidieron ayuda a Dios con humildad.

San Agustín, en su famosa obra Confesiones, nos muestra un corazón inquieto que busca a Dios en medio de una vida marcada por la debilidad y el pecado. En un momento decisivo de su existencia, san Agustín oyó una voz de niño que le decía: «Toma y lee». Inmediatamente, tomó las Sagradas Escrituras y comenzó a experimentar el poder transformador de la oración. Ciertamente, orar puede cambiar nuestra vida y curar las heridas más profundas de nuestro interior.

Santo Tomás de Aquino es conocido por la profundidad de sus estudios teológicos y filosóficos. Sin embargo, cuando ora, lo hace con gran sencillez. En las oraciones que escribió, santo Tomás se presenta como un hombre sencillo, pecador, que reza por los pobres, por aquellos que se encuentran perdidos y desamparados, como ovejas sin pastor (cf. Mt 9,36). Santo Tomás nos recuerda que todos somos mendigos del amor de Dios, y nos anima a dirigirnos a Él con confianza.

Santa Teresa de Ávila tuvo, durante buena parte de su vida, serias dificultades para orar. No podía concentrarse y se veía asaltada por pensamientos que eran como «caballos desbocados». Pese a ello, santa Teresa no dejó jamás de orar. Santa Teresa nos enseña a no abandonar nunca la oración. Aunque en momentos de oscuridad nos parezca que orar no sirve para nada, la oración siempre nos acaba guiando a puerto seguro.

Finalmente, este pequeño libro del P. Paul Murray se refiere a santa Teresa de Lisieux, que explicaba en sus escritos, con buen humor y sinceridad, que cuando buscaba métodos para orar, esto le causaba dolor de cabeza. Teresa aprendió a hablar a Dios con confianza y sencillez. Es por ello que en Historia de un alma define la oración como una sencilla mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría (C 25r).

Queridos hermanos y hermanas, pidamos a los santos que sean nuestros maestros de oración. Ellos también fueron personas frágiles que trataron de seguir al Señor en medio de las adversidades. Que ellos nos iluminen y nos acompañen en nuestro camino hacia la casa del Padre.