Fecha: 28 de julio de 2024

Por las limitaciones humanas que todos experimentáis el tiempo en el que transcurre nuestra vida lo dividimos en períodos ya sea en años, en días o en horas. Y lo hacemos para aclararnos, para recordar el pasado o para programar el futuro. Algunos afirman que sin esa medida temporal sería prácticamente imposible organizar nuestras relaciones. El ser humano ha producido desde siempre instrumentos para medir el tiempo, desde los relojes de sol de la antigüedad hasta los sofisticados aparatos actuales. Nos sorprenden tanto unos como otros por la calidad científica que manifiestan y por el progreso que conlleva esta medición.

Nadie discute en la actualidad la división del tiempo en años o, desde otras categorías culturales, en cursos. Sólo algunos ponen en duda la eficacia del horario de verano o de invierno, adoptado desde hace unos años por nuestro mundo occidental. Pero en general aceptamos de buen grado la distribución temporal de la vida y de las actividades de la humanidad.

En ese caso se ha convenido que el año sea un factor importante para revisar y ponderar la actividad humana. Eso se da en todas las esferas sociales. Sin embargo las vacaciones veraniegas plantean un descanso durante esta estación y permiten en muchos casos la organización de la sociedad en cursos escolares o pastorales. Y así lo vivimos en la Iglesia. Sin abandonar los aspectos esenciales de nuestra fe en vacaciones, solemos programar la actividad diocesana desde el mes de septiembre hasta junio/julio. Y parece que se acomoda correctamente a nuestra mentalidad bien porque se ha acostumbrado por los años pasados en esta dinámica bien porque el empeño en la formación nos ha acercado a lo que tiene establecido el mundo escolar.

El domingo, 3 de septiembre, presentaba el primer comentario de este curso proponiendo una serie de virtudes y el desarrollo de unas actitudes personales para mejorar nuestra vida comunitaria. Al domingo siguiente enumeraba en concreto las propuestas diocesanas para el curso que se iniciaba. Las centraba en dos prioridades: la renovación/formación y la evangelización con la corresponsabilidad por parte de todos los miembros de la Iglesia. Con un compromiso plasmado en dos objetivos, señalando algunos medios y recursos. He de confesar que resulta muy difícil, dada la diversidad de nuestras gentes y comunidades, evaluar las propuestas en un período tan corto, un curso. Son realidades fundamentales que requieren mucho más tiempo para observar su evolución y para comprobar el grado de compromiso de cada cual. Mi percepción es razonablemente positiva. Veo avances en determinados sectores pastorales aunque nos queda mucho por hacer. Lo pudimos comprobar todos en las conclusiones de nuestra Asamblea Diocesana; queda todo ello reflejado en la Hoja Dominical del pasado 14 de julio. Podéis recurrir a ese resumen para que cada uno se haga un criterio personal sobre la marcha de la diócesis. Una página no da para mucho más.

En cuanto a estos escritos semanales sólo cuento con algunas opiniones vuestras en las que me ofrecéis sugerencias para cumplir mejor el objetivo de comunicarme con todos vosotros. Espero que aumenten las opiniones y las valoraciones sobre el lenguaje, la forma de expresión y el contenido de los mismos. En total han sido cuarenta y ocho comentarios cuyo contenido se puede distribuir del siguiente modo: doce sobre informaciones diocesanas; quince sobre informaciones de la Iglesia en España y/o en Cataluña; nueve sobre la Iglesia universal; siete sobre los tiempos litúrgicos y cinco sobre algún aspecto formativo que me parecía relevante. Agradezco vuestro interés y perseverancia en la lectura y pido a Dios que os ayude en la reflexión para profundizar desde el Evangelio acerca de cualquier ámbito de la Iglesia y del mundo.