Hoy día 18 de junio se hace pública la nueva Encíclica del Papa Francisco, «Laudato si’» .
De cara a una primera impresión de sus contenidos ofrecemos este breve Resumen del texto , y adjuntamos el texto completo en lengua castellana.
La Encíclica toma su nombre de la invocación de san Francisco de Asís: « Laudato si’, mi’ Signore », que en el Cántico de las creaturas recuerda que la tierra, nuestra casa común, «es también como una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos». Nosotros mismos «somos tierra (cfr Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está formado por elementos del planeta, su aire nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura».
«Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella». Su gemido, unido al de los pobres, interpela nuestra conciencia «a reconocer los pecados contra la creación». El Papa nos lo recuerda retomando las palabras de Bartolomé, Patriarca Ecuménico de Constantinopla: «Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica […], contribuyan al cambio climático, […], contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados».
Y propone que la respuesta adecuada a esta toma de conciencia es la que ya san Juan Pablo II llamaba «una conversión ecológica mundial». En este sentido, San Francisco de Asís es «es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. […] En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.»
El recorrido de la encíclica Laudato si’ se desarrolla en torno al concepto de ecología integral, como un paradigma capaz de articular las relaciones fundamentales de la persona: con Dios, consigo misma, con los demás seres humanos y con la creación.
El objetivo es desarrollar el perfil de la ecología integral (Cap. IV), que, en sus distintas dimensiones, comprenda «el lugar específico que el ser humano ocupa en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea».
Sobre esta base, el Papa Francisco propone (cap. V) una serie de líneas de renovación de la política internacional, nacional y local, de los procesos de decisión en el ámbito público y de los emprendedores privados, de la relación entre la política y la economía, y de la religión y la ciencia, centradas en el diálogo honesto y transparente.
Finalmente, sobre la base de la convicción de que «todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo» el cap. VI propone «algunas líneas de maduración humana inspiradas en el tesoro de la experiencia espiritual cristiana». En esta línea, la encíclica se cierra con el texto de dos oraciones, la primera para compartir con los creyentes de otras religiones y la segunda para los cristianos, retomando la actitud de contemplación orante con la que se iniciaba.
En el centro del recorrido de la Laudato si’ encontramos este interrogante: «¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?» (160). El Papa Francisco prosigue: «Esta pregunta no afecta sólo al ambiente de manera aislada, porque no se puede plantear la cuestión de modo fragmentario», sino que nos lleva a interrogarnos sobre el sentido de la existencia y los valores que fundamentan la vida social: «¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué vinimos a esta vida? ¿para qué trabajamos y luchamos? ¿para qué nos necesita esta tierra? Si no nos planteamos estas preguntas de fondo -dice el Papa- no creo que nuestras preocupaciones ecológicas obtengan efectos importantes».
Está claro que después de la Laudato si’ , el examen de conciencia -instrumento que la Iglesia ha recomendado siempre para orientar la propia vida a la luz de la relación con el Señor- deberá incluir una nueva dimensión que considere no sólo cómo se ha vivido la comunión con Dios, con los otros y con uno mismo, sino también con todas las creaturas y la naturaleza.
Y os remitimos al capítulo final, el 6º cuando habla el Papa de EDUCACIÓN Y ESPIRITUALIDAD ECOLÓGICA (nn. 202-246).
El último capítulo va al centro de la conversión ecológica a la que invita la Encíclica. Las raíces de la crisis cultural son profundas y no es fácil rediseñar hábitos y comportamientos. La educación y la formación siguen siendo desafíos clave: «todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo» (15); esto atañe a todos los ambientes educativos, en primer lugar «la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis» (213).
1. Apostar por otro estilo de vida (203-208)
2. Educación para la alianza entre humanidad y ambiente (209-215)
3. La conversión ecológica (216-221)
4. Gozo y paz (222-227)
5. Amor civil y político (228-232)
6. Los signos sacramentales y el descanso celebrativo (233-237)
7. La Trinidad y la relación entre las criaturas (238-240)
8. La Reina de todo lo creado (241-242)
9. Más allá del sol (243-246)
1. Apostar por otro estilo de vida : a pesar del relativismo práctico y de la cultura consumista, «no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan […] No hay sistemas que anulen por completo la apertura al bien, a la verdad y a la belleza, ni la capacidad de reacción que Dios sigue alentando desde lo profundo de los corazones humanos. A cada persona de este mundo le pido que no olvide esa dignidad suya que nadie tiene derecho a quitarle» (205). Cambiar de estilo de vida y opciones de consumo puede ejercer «presión sobre quien detenta el poder político, económico y social» (206). «Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad» (208).
2. Educar en la alianza entre humanidad y ambiente : no minusvaloremos la importancia de la educación ambiental, capaz de transformar gestos y hábitos cotidianos, desde la reducción en el consumo de agua a la separación de residuos o el «apagar las luces innecesarias» (211).
3. La conversión ecológica : la fe y la espiritualidad cristianas ofrecen profundas motivaciones para «para alimentar una pasión por el cuidado del mundo», siguiendo el modelo de san Francisco de Asís y sabiendo que el cambio individual no basta. «A problemas sociales se responde con redes comunitarias, no con la mera suma de bienes individuales» (219). La conversión ecológica implica gratitud y gratuidad, y desarrolla la creatividad y el entusiasmo. (220).
4. Gozo y paz : vuelve la línea propuesta en la Evangelii gaudium : « «La sobriedad, que se vive con libertad y conciencia, es liberadora»» (223), así como «La felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que ofrece la vida» (223). «Una expresión de esta actitud es detenerse y dar gracias a Dios antes y después de las comidas» (227).
5. Amor civil y político : «Una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo» (230), así como existe una dimensión civil y política del amor: «El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad» (231). Florecen en la sociedad innumerables asociaciones que intervienen en favor del bien común y preservando el ambiente natural y urbano.
6. Los signos sacramentales y el descanso celebrativo : encontramos a Dios no sólo en la intimidad, sino también contemplando la creación, que es un signo de su misterio. Los Sacramentos muestran de manera privilegiada cómo la naturaleza ha sido asumida por Dios. El cristianismo no rechaza la materia y la corporeidad, sino que las valora plenamente. En particular la Eucaristía «La Eucaristía une el cielo y la tierra, abraza y penetra todo lo creado. […]Por eso, la Eucaristía es también fuente de luz y de motivación para nuestras preocupaciones por el ambiente, y nos orienta a ser custodios de todo lo creado» (236).
7. La Trinidad y la relación entre las criaturas : «Para los cristianos, creer en un solo Dios que es comunión trinitaria lleva a pensar que toda la realidad contiene en su seno una marca propiamente trinitaria» (239). También la persona humana está llamada a asumir el dinamismo trinitario, saliendo de sí «para vivir en comunión con Dios, con los otros y con todas las criaturas» (240).
8. La Reina de todo lo creado : María, que cuidó a Jesús, ahora vive con Él y es Madre y Reina de todo lo creado: «todas las criaturas cantan su belleza» (241). Junto a ella, José aparece en el Evangelio como el hombre justo y trabajador, lleno de la ternura que es propia de los realmente fuertes. Ambos pueden enseñarnos y motivarnos a proteger este mundo que Dios nos ha entregado.
9. Más allá del sol : Al final nos encontraremos frente a la infinita belleza de Dios: «La vida eterna será un asombro compartido, donde cada criatura, luminosamente transformada, ocupará su lugar y tendrá algo para aportar a los pobres definitivamente liberados» (243). Nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quitan el gozo de la esperanza, porque «En el corazón de este mundo sigue presente el Señor de la vida que nos ama tanto» (245) y su amor siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos. Laudato si’ .
Laudato si