Fecha: 30 de agosto de 2020

El próximo jueves celebramos la fiesta de san Gregorio Magno (540-604), un santo cuyo pensamiento y vida nos pueden inspirar en el momento presente, porque es todo un ejemplo de resiliencia, de superación de las adversidades, desde una profunda espiritualidad. Nació en Roma, estudió Derecho y llegó a ser prefecto de la ciudad. Poco después dejó el cargo y comenzó la vida de monje, transformando su casa en un monasterio. A la muerte del papa Gelasio II, en el año 590, fue elegido para sucederle. Hará de puente entre dos mundos culturales diversos. Se dedicará a la conversión y educación de los bárbaros de Occidente, siendo un catequista eficaz para los pueblos de Europa.

Cuando fue elegido obispo de Roma, la ciudad eterna era el reflejo de una civilización en agonía, convulsionada por las invasiones bárbaras, por las inundaciones y epidemias, y también por las divisiones internas y la relajación de las costumbres. Mientras la caída de Roma se aceleraba y alboreaba una nueva época, él se entregó a la tarea de predicar el ideal de la vida cristiana en toda su integridad y radicalidad. Su objetivo era ayudar a los fieles a tener conciencia sobre todo de la fe y de las realidades sobrenaturales, para poder sobrellevar los acontecimientos temporales y vivir desde una perspectiva sobrenatural.

Durante los primeros años de su pontificado la península italiana pasaba por una de las peores fases del conflicto entre el Imperio bizantino y la tribu germánica de los lombardos, que sitiaron en dos ocasiones la ciudad de Roma. El papa Gregorio tuvo que negociar personalmente con ellos. Gracias a su firmeza y habilidad, y a un tributo anual, logró que levantaran el asedio y se retiraran. Además de firmar la tregua, procuró por todos los medios atraerlos a la verdadera fe.

Su celo pastoral consiguió revitalizar la Iglesia en todo el occidente de Europa. En Hispania apoyó a san Leandro en su tarea de evangelización de los visigodos arrianos; en la Galia estableció buenas relaciones con los soberanos francos, reformó el clero decadente, ordenó la convocatoria de sínodos y trató de poner fin a las prácticas paganas que aún permanecían. Tuvo también mucho interés en la evangelización de la Gran Bretaña, y para ello envió un gran número de misioneros que contribuyeron en gran manera a la conversión de aquellos pueblos.

Cuando todo un mundo parecía abocado al caos, san Gregorio supo discernir y encontrar nuevos caminos. En relación a los invasores longobardos, buscará en primer lugar la paz y después, la conversión. Los recursos del patrimonio de San Pedro fueron puestos al servicio de los más necesitados comprando y distribuyendo grandes cantidades de trigo a los más pobres en las épocas de escasez, rescatando cautivos, ayudando siempre a los más vulnerables. Llevó a cabo una reforma administrativa para optimizar los recursos, y también reformó la liturgia, tanto en la celebración de los sacramentos como en el canto. Su Regla Pastoral es un verdadero manual de espiritualidad para lo s pastores, y en ella explica también que el carisma del servicio y la enseñanza está en todos los miembros del pueblo cristiano.

La vida de este papa constituye una referencia fundamental en la historia de la Iglesia y de Europa. A la vez que confiaba siempre en la providencia de Dios, mostró una formidable capacidad de adaptación a las complejas realidades de su tiempo y de su mundo. Es el primer papa que se relaciona con los reinos germánicos, y que propicia su conversión al cristianismo. Para ello utilizará todos sus recursos espirituales y también su capacidad de relación y de gobierno. Con humildad y espíritu de servicio, de ahí que acuñase la expresión “el siervo de los siervos de Dios” para referirse al Obispo de Roma.