Fecha: 25 d’abril de 2021

Los cristianos escuchamos estos días de Pascua, en la liturgia y en la predicación, muchas palabras que damos por sabidas, muy repetidas, como un discurso “que toca” hacer este tiempo: “hombre nuevo”, resurrección, novedad de vida, mundo nuevo, nueva Iglesia, etc. Quizá no nos paramos a pensar que estas expresiones están en contradicción con la opinión de que ser cristiano no es más que optar por ser buena persona, como otros muchos podrían decidir, no creyentes, o creyentes en diferentes religiones o ideologías.

Así, el bautismo no sería más que la expresión simbólica de lo que uno vive o hace como opción libre a favor de una vida éticamente correcta.

Este modo de pensar está muy lejos de los mensajes que nos transmite San Pablo. Él, judío instruido y fiel, conocedor de filosofías y religiones, insiste diciendo que en el bautismo comienza en nosotros una vida realmente nueva. Jesucristo, cuando mandó que bautizáramos en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo (cf. Mt 2,19), estaba pensando que al hacerlo ofrecíamos a los creyentes la posibilidad de renacer, iniciar una existencia nueva: en el bautismo algo (alguien) moría y algo (alguien) renacía. San Pablo dirá que, entonces, se realiza en nosotros la gran obra de Cristo: por el bautismo, en Él morimos y renacemos (Rm 6), de forma que “lo viejo ha pasado, somos criaturas nuevas” (2Co 5,17). El bautismo, el bautismo de cada uno, es todo un acontecimiento.

Es un acontecimiento que sigue vivo en todos los momentos de nuestra existencia. Permanece también en forma de llamada perenne. Hoy recordamos, en efecto, que nuestra vida es una constante vocación. La vocación bautismal, compartida por todos los miembros de la Iglesia, es precisamente esto: “hoy, como el día de tu bautismo, vives muriendo y resucitando”. Hoy, ¿a qué muerte y resurrección estás llamado?; ¿qué ha de resucitar en ti?; ¿qué novedad de vida se ha de abrir paso en tu existencia?; ¿cómo participas hoy de la muerte y resurrección de Cristo?

Así, por ejemplo, de modo especial en tiempo de Pascua, cada uno nos planteamos: “El momento histórico de la pandemia, con sus contradicciones y sufrimientos, contiene una llamada; eres un bautizado que sufre personal y socialmente, ¿qué llamada bautismal contiene la experiencia de la pandemia?; ¿qué nace en ti, como participación en la Pascua de Cristo, en medio de esta crisis?

No estamos haciendo consideraciones “piadosas”. Muchos han visto cómo cambió su vida cuando descubrieron personalmente la llamada bautismal que escondían los acontecimientos reales de sus vidas. Algo en ellos murió y algo nació. Iniciaron una vida nueva y abrieron caminos de novedad cristiana en el mundo y en la Iglesia. Lo viejo pasó para ellos e iniciaron la gran novedad del Espíritu del Resucitado.

San Pablo dirá que el cambio se notará en la mirada. Ya no verá con ojos del hombre “viejo”, de manera puramente humana, sino que todo y a todos conocerá con los del Espíritu, porque “los que viven en Cristo –dirá– son una creación nueva” (2Co 5,17).