Fecha: 25 de junio de 2023
Tras muchos siglos, gracias a la ilusión y al esfuerzo de muchas personas, la Iglesia, movida por el Espíritu Santo, persiste en dar testimonio de Jesucristo y lo hace con acciones y palabras.
En algunos sectores de nuestra sociedad existe la tendencia a pensar que la Iglesia es algo del pasado, una institución desfasada y poco útil para nuestros tiempos. Por eso, hoy, me gustaría reflexionar sobre la presencia de la Iglesia en el mundo. Preguntémonos, por unos momentos, qué pasaría si se detuviera su actividad durante solo un día. Os aseguro que de repente la labor de la Iglesia se haría muy visible, realmente nos daríamos cuenta del servicio que hace en muchos ámbitos; por ejemplo, en la educación, en el ámbito sociosanitario, en el sector cultural…
Cada año la Iglesia recibe de los contribuyentes que lo desean, a través de la «x» de la declaración de la renta, parte de la financiación necesaria para llevar a cabo su misión. La Iglesia ofrece atención, servicio y anuncio del Evangelio a muchas personas y, desde hace ya varios años, quiere dar cuenta de su acción a la sociedad. Por ello, elabora anualmente una memoria de actividades, un documento riguroso auditado por la empresa PwC, que se puede consultar en Internet. *
Podríamos destacar muchos datos de este documento; a modo de ejemplo, en 2021 casi cuatro millones de personas fueron atendidas en centros sociales, sanitarios y asistenciales de la Iglesia. Otro dato, la actividad educativa de la Iglesia ha supuesto un ahorro de 4.356 millones de euros al Estado. Si hojeamos este documento nos sorprenderá lo que llega a hacer la Iglesia. Nos sorprenderá la cantidad de personas colaboradoras en esta misión del Señor: laicos, ministros ordenados, religiosos, hombres y mujeres que le dedican su tiempo, su vida y sus recursos. Y también nos sorprenderá la ingente cifra de personas atendidas. Detrás de cada número recogido en este documento hay un rostro, un nombre, una historia.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles leemos cómo era la vida de la primera comunidad: «Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno» (Hch 2,44-45). Esta conciencia de comunidad y de compartirlo todo con los más necesitados es un ideal profundamente cristiano.
Muerto y resucitado, Cristo vive entre nosotros. A sus discípulos, impulsados por Jesucristo y asistidos por el Espíritu Santo, debemos el regalo que nos han hecho proclamando la Buena Nueva por el mundo. Nosotros también queremos contribuir a ello, porque es bueno para la familia humana. Somos Iglesia y somos una fuerza viva en la que -en palabras del papa Benedicto XVI- «late el dinamismo del amor suscitado por el Espíritu de Cristo. Este amor no brinda a los hombres solo ayuda material, sino también sosiego y cuidado del alma» (Deus caritas est, 28b).
Queridos hermanos y hermanas, gracias por hacer posible, con vuestro tiempo, oración y recursos, que la Iglesia pueda seguir realizando la misión recibida de Jesucristo. Que Santa María, Madre de la Iglesia, interceda por nosotros.