Fecha: 22 de noviembre de 2020
Este domingo, solemnidad de Cristo Rey, iniciamos la última semana del año litúrgico en la que la Iglesia nos invita a escoger a Jesucristo como líder, modelo y guía de nuestras vidas. Cristo, en este tiempo de angustia y dolor para muchos de nosotros, quiere ocupar el centro de nuestras vidas, si le dejamos. Pero, para que ello sea posible, es necesario que optemos por Él; que realmente sea la prioridad en nuestras vidas.
Hace unos días, pude leer el mensaje del papa Francisco con motivo de la 75 Asamblea General de Naciones Unidas (25-09-2020). En este mensaje, el Papa nos propone una manera positiva de vivir este momento de nuestra existencia: «La pandemia nos llama, de hecho, a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección […]: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es».
El Papa, siguiendo el ejemplo de la tradición de la Iglesia, observa que, ante esta prueba, podemos reaccionar de dos maneras, elegir entre dos caminos:
- Por un lado, este tiempo de prueba «puede representar una oportunidad real para la conversión, para la transformación, para repensar nuestra forma de vida y nuestros sistemas económicos y sociales, que están ampliando las distancias entre pobres y ricos a raíz de una injusta repartición de los recursos».
- Pero, por otro lado, este tiempo puede ser «una retirada defensiva con características individualistas y elitistas», un camino de autosuficiencia que excluya a los más pobres, a los más necesitados, a los habitantes de las periferias geográficas y existenciales.
Este domingo, la Iglesia nos invita a meditar el pasaje del juicio final, contenido en el evangelio de Mateo (cf. Mt 25,31-46). Cuando uno medita este pasaje descubre, de un lado, la enorme libertad con la que nos ha creado Dios y, por el otro, su invitación a optar por el camino que nos lleva a Él.
«Al atardecer de la vida nos examinarán en el amor» (San Juan de la Cruz). Nuestro Padre Dios es el mejor profesor que podríamos tener para descubrirlo. Sí, este maestro nos revela, desde un inicio, la pregunta de examen y con ella nos ofrece la respuesta para llegar al diez: «Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme» (Mt 25,34-36).
Jesucristo, en esta última semana del año litúrgico, nos recuerda la importancia de mirar al final, de atender a lo que nos espera, de prepararnos para el encuentro en mayúsculas. Y no olvidemos nunca que, con la propuesta de vida que nos hace, nos ofrece también la gracia de poder vivirla. ¡Que Dios os bendiga a todos!