Fecha: 6 de noviembre de 2022

Este domingo celebramos el Día de la Iglesia diocesana. Desde hace muchos años, esta jornada, conocida en las diócesis catalanas como día de Germanor, es una invitación a vivir y a expresar con obras la fraternidad en el seno de las diócesis y también en el conjunto de la sociedad.

Coincidiendo con este día, se ha publicado un opúsculo titulado «Nuestra Iglesia»*, que ofrece una información detallada de los recursos humanos y materiales de la Iglesia diocesana y de cómo han sido empleados en el último año. Analizando toda la actividad que se compila, solo tengo palabras de agradecimiento. Venimos de unos tiempos convulsos, después de unos años de pandemia y varios conflictos sociales y económicos, que no han hecho más que aumentar la incertidumbre, la soledad, la pobreza y la injusticia. Sin embargo, gracias por formar parte de esta gran familia de los creyentes, que es la Iglesia.

Gracias por vuestra oración. Es un pilar fundamental de la Iglesia. La oración de cada persona nos da esperanza y nos alienta. La oración es necesaria y será el alma de cualquier actividad que se realice. Os doy gracias por vuestra oración, discreta y esencial. «Pedid y se os dará» (Mt 7,7a), dice el Señor. Seguimos adelante, sin perder la fe, para seguir orando por esta Iglesia que, «o es “en salida” o no es Iglesia», tal y como nos indica el papa Francisco (Audiencia General, 23/10/2019). Gracias por la fe de esas almas que piden, como los niños a su padre; ellos confían en Él porque saben que no les va a fallar. La oración nos mantiene unidos por el camino que estamos recorriendo juntos.

Gracias por vuestro tiempo, también pilar en la Iglesia, que cada uno dedica a su parroquia. Os expreso también mi agradecimiento por anunciar y vivir el Evangelio en el ambiente familiar y social. Me gustaría recalcar este regalo de gran magnitud, puesto que es el único recurso no renovable que tiene la humanidad. Cada minuto perdido es un tiempo menos de vida, pero cada minuto entregado se multiplica al ser compartido con vuestro hermano. ¡Cuánto bien nos hace el tiempo que dedicamos al servicio de los demás!

Gracias por vuestras cualidades. ¿Qué sería la Iglesia sin las cualidades de cada uno? ¿Qué sería de la sociedad sin vuestra entrega al bien común? Recordemos la parábola de los talentos (Mt 25,14-30). Nadie escapa de tener unos dones preciosos que el Señor le ha regalado para que den fruto. Tenemos la misión de descubrir qué dones y cualidades hemos recibido. Algunas personas tienen una amabilidad natural, otras el don de la alegría o el de la inteligencia, y cada uno aporta algo de lo que sabe y puede. Gracias por vuestras miradas, por ser evangelios «en camino» con vuestras obras, por ser testigos al servicio de Dios y de los demás.

Queridos hermanos y hermanas, quiero agradeceros profundamente vuestros corazones generosos que, con el apoyo económico, ayudan al sostenimiento de la Iglesia. Necesitamos vuestro compromiso y vuestras aportaciones**. Todos queremos ser una Iglesia diocesana que sea una gran familia en la que cada miembro forme parte del pilar que sustenta la humanidad. ¡Gracias por tanto!

 

*Esta publicación se puede consultar en la web diocesana
**www.esglesia.barcelona/donatius