Fecha: 15 de mayo de 2022
El pasaje del Evangelio según Juan que hemos leído este quinto Domingo de Pascua nos deja un mensaje muy claro: el amor a nuestros hermanos es el distintivo más importante de los seguidores de Jesús. «En esto conocerán que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros» (Jn 13,35).
Dice el papa Francisco que el amor es el documento de identidad del cristiano, es decir, el único documento válido para ser reconocidos como discípulos de Jesús. Y continúa diciendo que, como todo documento de identidad, caduca si no lo renovamos.
El Señor nos ha dado un gran regalo con el que podemos renovar durante toda la vida el amor a Dios y a nuestros hermanos, es la Eucaristía. La Eucaristía es el alimento que sostiene nuestra existencia. Es pan para el camino. En la Eucaristía, Jesús viene a nosotros para darnos su cuerpo y su sangre. Y es que Jesús es el pan de vida. Él mismo nos lo dice en el Evangelio: «Quien coma de este pan vivirá para siempre» (Jn 6,51)
Hay un fragmento del primer libro de los Reyes que puede ayudarnos a vivir la Eucaristía. En este pasaje leemos un episodio de la vida del profeta Elías. Fue un hombre al que Dios había dado la misión de luchar contra las injusticias de su tiempo. Es por ello que tuvo grandes conflictos con los poderosos de su época. En uno de esos momentos se vio forzado a huir al desierto. Después de caminar toda una jornada bajo un sol ardiente, Elías cayó exhausto y deseó la muerte. Ya no podía más. Fue en ese instante en que el Señor le dijo: «Levántate y come» (1Re 19,5). Entonces Elías se levantó y vio delante suyo un pan cocido y una jarra de agua. El profeta, fortalecido con aquella comida, siguió con la misión que Dios le había encargado.
También a nosotros nos puede suceder lo mismo que al profeta Elías. A menudo sentimos que nos fallan las fuerzas o que nos cuesta ser fieles a los compromisos con nuestros hermanos. Sin embargo, en la Eucaristía, Jesús también nos ofrece su comida y su bebida para que nos alimentemos; el camino es largo y necesitamos su fuerza.
Los santos han vivido con intensidad la Eucaristía. Cuentan los biógrafos de Santa Teresa de Calcuta que un día le preguntaron qué se tenía que hacer para servir a los más pobres. La santa respondió sin dudar: «celebrar bien la Eucaristía».
Queridos hermanos y hermanas, Cristo nos llama a ser buen pan para nuestros hermanos. En un mundo herido por la soledad, la pobreza y el sufrimiento, seamos comunidades cristianas que celebren, anuncien y vivan la Eucaristía.