Fecha: 19 de noviembre de 2023
En una ocasión, un matrimonio amigo me preguntó: “¿cómo podemos ayudar a nuestro hijo a descubrir quién es Dios?” Ahora que ya hace semanas que los niños asisten a los grupos de catequesis de nuestras parroquias, escuelas y comunidades, me gustaría compartir con vosotros lo que respondí a estos padres interesados en la iniciación cristiana de su hijo. Ésta fue mi respuesta:
Queridos amigos: Gracias por dirigirme vuestra pregunta. Vuestro interrogante manifiesta vuestro gran amor por vuestro hijo. Y de esto se trata: de amor, pero de «un amor más grande», Dios mismo, el Amor en mayúsculas. Jesús rezaba a Dios diciéndole «abbá», término arameo de los niños para dirigirse a su «papá». Vuestro hijo, ya de muy pequeño, sin decir ninguna palabra, vive y experimenta la confianza gozosa de ser querido. Los padres sois así sus primeros «catequistas», haciéndole experimentar de muy pequeño la fe, la esperanza, la caridad. Lo iniciáis así para que, cuando vaya creciendo en la fe, pueda «gustar y ver qué bueno es el Señor» (Salmo 34) y él mismo llegue a rezar diciendo «Padre nuestro».
A mí me gusta mucho cantar. Desde niño he cantado canciones de todo tipo, algunas me han ayudado a rezar y a ir captando quién es Dios. Hay una que la cantaba mucho en el grupo de catequesis de postcomunión y decía así: «Tan cerca de mí, que hasta lo puedo tocar, Jesús está aquí». ¡Jesús está aquí! En efecto, resulta que, para descubrir quién es Dios, es necesario que conozca, ame y siga a Jesucristo.
Si habláis de Jesús a vuestro hijo, de lo que dijo e hizo, de cómo rezaba, cómo nos amó hasta el extremo, muriendo en la cruz, resucitando y dándonos la fuerza del Espíritu Santo, si se lo decís y si lo vivís de verdad, felices y gozosos, puesto que para vosotros Jesús es lo mejor que os ha pasado en la vida, vuestro hijo quedará maravillado y os continuará formulando, con sana inquietud, nuevas preguntas. Rezad con él cada día, por la mañana, o por la noche antes de ir a dormir. Participad con él en la eucaristía dominical de vuestra comunidad cristiana, con otras familias y niños. Vuestro hijo irá creciendo, paso a paso, muy acompañado, descubriendo quién es Dios viviendo la alegría de ser cristiano como miembro de la gran familia que es la Iglesia.
¡Un abrazo muy grande y mi bendición para vosotros y para vuestro querido hijo!