Fecha: 5 de mayo de 2024

Hoy celebramos la Pascua del Enfermo. Es bueno que en nuestras eucaristías, en este sexto domingo de Pascua, oremos por los enfermos de nuestras familias, por aquellos familiares, amigos, vecinos, conocidos, sin buena salud, especialmente por quienes no tienen a nadie que rece por ellos. El amor de Dios, la vida del Resucitado, anima nuestras vidas. Con esta convicción de fe celebramos hoy la Pascua del Enfermo.

Acudimos todos y todas a la eucaristía, confiados en la fuerza de Dios, con esperanza renovada: los enfermos aportando su delicada realidad, pero también su testimonio de cómo la fuerza de Dios puede surgir de la debilidad; los familiares, la compasión y las inquietudes, pero también toda la voluntad de apoyo y cariño que ponen cuando acompañan a sus seres queridos; los profesionales de la salud, su fatiga, pero también la generosa abnegación y el calor del que siguen siendo capaces.

Todos juntos formamos en torno a la mesa del altar la comunidad que refleja el rostro de Cristo, médico y paciente al mismo tiempo. A Él, nuestro mejor acompañante cuando estamos enfermos, podemos dirigirle la siguiente oración, pensando hoy de manera bien concreta tanto en aquel enfermo que pide que oremos por él como en aquel otro que no tiene a nadie que rece por él:

“Señor Jesucristo, médico divino y paciente compasivo: aquel que tú amas tanto, está enfermo.
Ayúdale a mantener la paz, la serenidad y la esperanza en medio del dolor y de la angustia.
Sabemos, Señor, que tú nunca nos dejas solos en los momentos difíciles y de prueba.
Sabemos, Señor, que tú siempre estás con nosotros, amándonos hasta el extremo.
Jesús Resucitado, haznos experimentar la fortaleza y el consuelo de tu proximidad y compañía.
Haznos sentir la ternura de tu Madre, Santa María, que permaneció de pie, junto a ti, al pie de la Cruz.
Médico divino: gracias por el don inestimable de la Eucaristía, pan de vida eterna y medicina de inmortalidad.
Si quieres, Señor, puedes curar a la persona por la que te dirijo esta oración, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya.
Señor, tú que dijiste, «estaba enfermo y me visitaste», transforma nuestras vidas.
Señor, haz que, si en alguna ocasión caigo enfermo, sea transparencia de tu amor inmenso, para que quienes me cuiden y visiten puedan descubrir en mí tu rostro misericordioso.
Amén»