Fecha: 2 de febrero de 2025
Estimado consagrado, estimada consagrada:
Hoy, cuando celebramos la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, instituida por el Papa san Juan Pablo II en 1997, deseo dirigirme a ti, que has consagrado por entero tu vida al corazón de Jesús, mediante una llamada a la perfección del amor.
Te invito a que hagas un alto en el camino y te preguntes por aquella decisión fundamental que lo cambió todo. ¿Recuerdas ese detalle circunstancial, esa mirada precisa, esa palabra secreta o ese momento inconfundible que te llevó a abandonar tu tierra segura para poner tu pie, por vez primera, en la tierra sagrada de Dios y ser eternamente de Él?
«Quería decirte una palabra, y la palabra es alegría. Donde hay religiosos, hay alegría. Que seamos capaces de mostrar que Dios es capaz de colmar nuestros corazones y hacernos felices. Esta felicidad se alimenta de la comunidad y de la misión en medio de las dificultades y la debilidad», escribió el Papa Francisco en una de sus misivas a las personas que, como tú, consagraron su vivir al de Cristo. ¡Qué importante es sonreír a la hora de sembrar esperanza en tantos rostros necesitados de amor! Piensa en la belleza que escondía la sonrisa del Señor: con sus amigos, con María y José, por las calles, por las plazas y por tantos lugares donde iba esparciendo la alegría del Evangelio.
Eres don para el mundo, para la Iglesia y para Dios. Porque tu ofrenda diaria no es un oficio que aspira a la fama, al reconocimiento o al poder. No. Del fruto de tus manos consagradas, donadas y contemplativas nacen las bienaventuranzas que van regando amor como un signo visible de lo invisible de Dios. Y ese sentir sólo puede brotar de los ojos de quien ama –y también sufre– de rodillas, postrado ante el Cuerpo de Cristo, en el silencio de tu comunidad monástica, en la soledad de tu vida eremítica, en el campo de la educación, la sanidad, la acción social… Y, por supuesto, en los heridos, los abandonados, los descartados y los que viven sumidos en la soledad.
Las obras pasarán, pero el carisma no. Por eso, cuando en tu comunidad fallen los números, las cuentas e, incluso, las fuerzas, recuerda que tu confianza yace custodiada en el Costado de Aquel de quien te has fiado. Pasarás por momentos de debilidad, quizás faltarán vocaciones, serás signo de contradicción e irrelevancia a los ojos del mundo, pero siempre llevarás impreso a fuego un signo de Dios como levadura, raíz y profecía en favor de una sociedad más justa y más fraterna.
Tu vida es una obra de arte sostenida por la vida de Dios. Gracias por tu impagable servicio y por caminar juntos en este Jubileo 2025, siendo peregrinos y sembradores de esperanza, para responder a la llamada del Papa y forjar un canto de ternura –como signo de renacimiento– en la admirable partitura de la humanidad.