Fecha: 15 de septiembre de 2024

Este año los religiosos teatinos celebran el quinientos aniversario de su fundación. Les agradecemos de corazón el trabajo que realizan en nuestra diócesis.

El 14 de septiembre de 1524, un grupo de sacerdotes que trabajaban en la curia del papa Julio II consagraron su vida a Dios y se comprometieron a vivir en fraternidad los votos de castidad, pobreza y obediencia. Se trataba de san Cayetano de Thiene, Pedro Carafa, Pablo Consiglieri y Bonifacio de Colle.

Todos ellos intentaban ser fieles al Evangelio, ponían la Eucaristía en el centro de su vida y pedían a la Virgen que les protegiera bajo su manto. Todos ellos tenían un objetivo común: crear un movimiento que renovara la Iglesia. Su testimonio nos enseña a ser sal y luz para los demás, a ser buena semilla que dé fruto abundante.

Los teatinos renunciaron a todos sus bienes para seguir a Jesucristo. San Cayetano lo expresará con estas palabras: «Veo a Cristo pobre y a mí rico. Ardo en deseos de acercarme a Él, aunque sea tan solo unos pasos». Su estilo de vida nos ayuda a valorar más el ser que el tener, a vivir de una manera sencilla y austera en la que Cristo ocupe el lugar más importante de nuestra existencia.

Trataban de vivir de acuerdo con una regla de comunidad inspirada en el ideal de las primeras comunidades cristianas. Tal como leemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles, tenían un solo corazón y una sola alma y todo lo tenían en común (cf. Hch 4,32).

Desde el principio intentaron unir la vida contemplativa y la vida activa. El P. Magenis, religioso teatino, animaba a sus hermanos a mirar con un ojo a Dios, para amarle y unirse a Él, y con el otro al prójimo, para atender sus necesidades. Los teatinos siempre han procurado ser buen pan para los demás allá donde les han destinado: en las parroquias, colegios o atendiendo a personas marginadas.

Cuentan los biógrafos de san Cayetano que, mientras celebraba la misa de Navidad, sintió como la Virgen le entregaba al niño Jesús para que lo sostuviera en sus brazos. También nosotros podemos ser portadores de Cristo. Estamos llamados a llevarlo siempre en nuestro corazón y a mostrarlo al mundo con nuestra vida.

Queridos hermanos y hermanas, demos gracias a Dios por el carisma de los teatinos. Pidamos al Señor que su testimonio sencillo nos enseñe a ser buenos discípulos de Jesús que sigan transmitiendo el amor y el rostro de Cristo a todo aquel que encuentren a lo largo del camino de la vida. Pidamos al Señor que les siga ayudando a encender en nuestro mundo la llama de la Buena Nueva de Jesús.