Fecha: 13 de abril de 2025
Se acerca la Semana Santa en la que la Iglesia celebra la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. El calendario marca en rojo los días de esta semana indicando la importancia del acontecimiento que celebramos. Desde un punto de vista litúrgico se considera la semana central del año con el Domingo de Pascua como el eje alrededor del cual gira toda la vida cristiana anual. Desde un punto de vista eclesial hay una mayor asistencia a las celebraciones. Desde un punto de vista social manifiesta una gran ambivalencia en la vivencia de la fe. Por una parte las comunidades cristianas organizan un sinfín de actividades en las calles y plazas de nuestros pueblos resaltando la persona de Jesucristo con todos aquellos que le acompañaban en los últimos días de su vida y por otra se da una enorme fuga a los lugares de vacaciones con la pretensión de descansar y olvidar las preocupaciones de la vida ordinaria. Parece una paradoja de nuestra sociedad.
Respecto a esto último nuestra cultura occidental de hoy recoge toda una larga y rica tradición que protagonizan las cofradías y hermandades, que se significan con su respectiva actuación con los momentos impactantes del trayecto doloroso y glorioso de Jesús. Por supuesto los cofrades también se identifican con la imagen que portan en las procesiones y actividades corporativas; se sienten además orgullosos de pertenecer a una asociación pública de fieles como son las cofradías. Eso mismo les compromete en tanto que es una pública confesión de fe frente al resto de la sociedad. La diócesis agradece este servicio a los actos de la Semana Santa y, sobre todo, la muestra de fe de tantos laicos cuya responsabilidad en la comunidad es manifiesta. Existen muchas cofradías en todo el territorio que están dentro de lo que sociológica y eclesialmente se ha llamado religiosidad popular. Son instituciones que ayudan a vivir la fe de una manera determinada sin necesidad de contraponerla a una religiosidad más intelectualizada y, por extensión, más comprometida. No se puede juzgar ni medir la fe de los semejantes; ni siquiera tratar de poco importante o despreciable una forma, si ésta se fundamenta en la dignidad de la persona y en su intento, claro y concreto, de encontrarse con el misterio de Cristo.
La religiosidad popular, que se expresa de formas diversas y diferenciadas, tiene como fuente, cuando es genuina, la fe y debe ser, por lo tanto, apreciada y favorecida. En sus manifestaciones más auténticas, no se contrapone a la centralidad de la Sagrada Liturgia, sino que, favoreciendo la fe del pueblo, que la considera como propia y natural expresión religiosa, predispone a la celebración de los Sagrados misterios.
Esa expresión de fe exige unos preparativos especiales que empiezan en la dimensión interior de cualquier participante hasta la organización externa de los distintos actos corporativos. Prevalece la actitud del creyente que reconoce la presencia de Jesucristo en su vida pidiendo su conversión y recordando los signos que la acompañan: la oración, el ayuno y la limosna. Por supuesto dedica un tiempo a preparar y participar en la acción litúrgica de la parroquia además de asistir a la manifestación pública en las calles y plazas.
Ese es el propósito del Secretariado de Cofradías de la diócesis que se ha reunido varias veces con los responsables de las asociaciones para coordinar y preparar de la mejor manera posible la vivencia personal y comunitaria de la Semana Santa. Les hemos de agradecer el esfuerzo y el interés que muestran en todo lo que significa la suma de estos días. Tanto los cofrades como los simpatizantes o los meros asistentes quedan satisfechos por la magnífica organización y el exquisito cuidado en la preparación que nos exige y compromete a todos los demás.