Fecha: 30 de marzo de 2025
Cuando un miembro del Pueblo de Dios le recuerda a un pastor del mismo que se le ha olvidado escribir o hablar de algún tema importante de la vida cristiana, queda pensativo o le entran sentimientos de mala conciencia por no haber presentado correcta y adecuadamente el mensaje que transmite la Iglesia para todo el orbe católico como un servicio al mundo de hoy.
Me ocurre a mí en algunas circunstancias de la vida pastoral. En concreto en el tema de la defensa de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, o en este mismo marco mantener una posición clara frente al aborto o a la eutanasia; también resaltar el gran valor de los cuidados paliativos o el acompañamiento de las mujeres embarazadas ante una decisión trascendental en sus propias vidas. O el maltrato de la mujer en el ámbito familiar o profesional. En definitiva todo aquello que significa la defensa y el cuidado de la vida humana como el primer y gran regalo que nos hace Dios a todos los seres humanos.
Para reducir en parte esa primera apreciación recurro a los escritos semanales, ya publicados, de mi dedicación pastoral en nuestra diócesis con el fin de comprobar la importancia dada por mí a este tema de fuerte repercusión en nuestra sociedad. Se apacigua mi sentimiento cuando veo que han sido cinco comentarios, durante los meses de marzo, destinados a sensibilizar a la comunidad diocesana sobre la preocupación y la contundente respuesta de la Iglesia con respecto a la defensa de la vida humana a pesar de la polémica que produce en la sociedad o el consiguiente rechazo que genera su planteamiento. Y, en concreto, lo hace con motivo de la fiesta de la Anunciación del Señor, el día 25 de marzo. En todos mis comentarios me hago eco del mensaje que los obispos de la Comisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida de la Conferencia dirigen a todo el pueblo de Dios. El de este año hace referencia al mensaje del Papa sobre el Jubileo que ha convocado e introduce el término esperanza como sustrato doctrinal de esta celebración jubilar. El referido mensaje lleva por título: “Abrazando la vida, construimos esperanza”.
Reconozco que la polarización de ideas y sentimientos en los que vive nuestra sociedad no permite un cierto sosiego en la manifestación de las propias convicciones sin ser acusado de mantener posturas cercanas a una determinada visión política. La tentación es muy clara: el silencio para no molestar a quienes defienden lo contrario. Hoy, sin renunciar a nuestras profundas convicciones, seguiremos la línea, resaltando la problemática actual y sin buscar descalificaciones, que marca el Papa en la bula de convocatoria, y recoge la Comisión, cuando señala que uno de los signos de esperanza consiste en “tener una visión de la vida llena de entusiasmo para compartir con los demás”, cuando incide en la falta de garantías laborales y tutelas sociales adecuadas frente a la búsqueda única de beneficios más que por el cuidado de las relaciones, cuando recuerda la cantidad inmensa de abortos que se producen en España (sólo en el año 2023, 103.097), cuando se pide impulsar políticas públicas que no solo protejan a las familias, sino que también favorezcan un entorno económico y social propicio para que los jóvenes puedan formarlas con estabilidad. Esto incluye asegurar empleos dignos y estables, un salario justo, una vivienda adecuada y ofrecer incentivos que disuadan de la emigración. Por lo demás es fundamental revalorizar la maternidad, reconociéndola no solo como un acto biológico, sino como una verdadera vocación que debe ser apoyada y celebrada. Es tremendo que para alguien esto suponga una teoría del pasado más oscuro.
Son muchos aspectos concomitantes de este tema que nos ocupa y preocupa llegando también a los últimos momentos de la vida humana. No olvidemos nunca el lado en el que nos situamos.