Fecha: 3 de noviembre de 2024

El próximo domingo, 10 de noviembre, la Iglesia celebra el Día de la Iglesia Diocesana, la Jornada de “Germanor”. Se trata de una campaña que quiere agradecer toda la ayuda y colaboración para mantener a la Iglesia en sus diversas obras y actividades, así como para tomar conciencia de la necesidad que tenemos de sentirnos más nuestra la Iglesia, que es como nuestra verdadera familia.

Y en la Iglesia, la diócesis es la comunidad de los seguidores de Jesús presente en un territorio concreto. La Iglesia es la presencia viva del Señor que quiere transformar las vidas de las personas y hacer hombres y mujeres nuevos que vivan en el amor de Dios y lo compartan con los demás hermanos, y lo quiere hacer a través nuestro.

Todos tenemos parte en esta comunidad que es la Iglesia, todos la sentimos nuestra. En ella celebramos los sacramentos de la fe, la Eucaristía como centro de la vida, el bautismo como puerta de entrada, la fuerza del Espíritu Santo para vivir en este mundo, la bendición matrimonial para formar familias, el perdón y la reconciliación, el acompañamiento en la enfermedad y la unción, el servicio de los presbíteros y de los diáconos. A través de ella mostramos el amor de Dios hacia toda persona, acompañándola en los grandes eventos de la vida y en la cotidianidad de cada día, generando esperanza y vínculos de proximidad con cada uno de los que se acercan a la comunidad cristiana.

La Iglesia es presencia viva de Jesucristo, el Buen Pastor, que no ha venido a ser servido, sino a servir, que ha venido a dar su vida por nosotros y transformar nuestros corazones y nuestras vidas; especialmente para los más necesitados y frágiles, las familias que viven en la precariedad, los más vulnerables, los pobres, las personas mayores que sufren la soledad, o los emigrantes que llaman a la puerta. A través de todas sus actividades la Iglesia anuncia la Buena Nueva de la salvación, con el testimonio de la propia vida, con la formación cristiana en las parroquias, en las escuelas y las universidades, con el acompañamiento de niños y jóvenes, en el catecumenado de adultos, con los matrimonios y adultos que desean vivir su fe, etc.

Ahora bien, para continuar la obra del Señor en el mundo, haciendo presente su amor y la invitación a convertir el corazón y seguirlo, necesitamos disponer de recursos que hagan posible esa gran misión que hemos recibido. Y aquí todos estamos llamados a aportar y colaborar y por eso debemos unir esfuerzos unos con otros.

Lo hacemos de muchas formas, cada uno en la medida de sus posibilidades, pero con la participación de todos porque es responsabilidad de todos. Dedicando horas y tiempo a la misión del Señor, a través de nuestro compromiso cristiano en tareas apostólicas. Participamos en la vida de la comunidad cristiana implicándonos en su realidad concreta. También lo hacemos con la oración continuada por todo lo que se lleva a cabo en la Iglesia, en la parroquia, en el movimiento, en la diócesis. Y lo hacemos también con la ayuda material y económica que una vez más os agradezco como obispo diocesano. Gracias a todo esto, gracias a todos vosotros, Dios puede seguir transformando el corazón de muchos para que experimenten el gozo de sentirse hijos queridos, hermanos de una gran familia, enviados a proclamar su amor en el mundo.