Fecha: 4 de diciembre de 2022
Nuestro mundo valora y aplaude a los famosos, las grandes figuras mediáticas, los ídolos de las masas, las figuras del deporte, de la economía, de la política, de los presentadores de televisión, de los cantantes y de los festivales musicales, y ahora, aún más, los llamados “youtubers” y los “streamers”. Sorprende, por tanto, encontrarnos en el evangelio de hoy con un personaje de entrada no fácil de presentar cómo es la figura de Juan el Bautista. Un famoso del siglo primero, y que ha llegado hasta nuestros días, aunque no por ningún éxito de este mundo.
Cada año se nos presenta este personaje que nos acompaña durante todo el tiempo del Adviento. Juan, el Precursor, el que anunciaba el cumplimiento de las antiguas profecías, el que bautizaba con agua para preparar los caminos al Señor. Un personaje en principio nada atractivo, vestido con una capa de pelo de camello y que se alimentaba de langostas y miel silvestre. Un personaje, eso sí, revestido del testimonio de su fidelidad a la verdad, a la Palabra de Dios y a su misión.
Él era y sigue siendo para nosotros la voz que clama en el desierto, un grito que anuncia el cumplimiento de las Escrituras: “Por entonces vino Juan Bautista, que predicaba así en el desierto de Judea: «Convertíos que el Reino de los cielos está cerca». Es de él que decía el profeta Isaías: «Una voz grita en el desierto: «Abrid una ruta al Señor, allanad sus caminos» (Mt 3, 1-2).
“Convertíos”. La conversión no es una frase publicitaria, es una urgencia siempre presente en nuestra vida, así como en la iglesia y en el mundo. Pero la verdadera conversión comienza por acoger el Reino, acogerlo a Él, a Jesús, escuchando estos días la predicación de Juan Bautista.
Adviento representa la esperanza, Navidad es la alegría del encuentro. Esperamos, sí, la venida del Señor, y no dudamos de que Él vendrá. Por eso se trata sobre todo de esperar nuestra conversión plena y total a Él. Navidad está cerca, y si el Reino de Dios es Él mismo que viene a la tierra a traer su paz al mundo, acojámoslo con gozo y dejémonos convertir por Él. “Ven Señor Jesús”!