Fecha: 6 de septiembre de 2020
Esta carta dominical, que corresponde al 6 de septiembre, la escribo el 23 de julio por necesidades de imprenta. No sé qué evolución habrá adoptado esta pandemia. No sé si gozaremos de una normalidad normal de verdad, si estaremos sujetos a restricciones en distintos niveles, o si estaremos confinados de nuevo. Lo cierto es que empieza un nuevo curso pastoral, y lo hemos de comenzar con esperanza, seguros de que las alas del espíritu son inconfinables y de que nuestra misión evangelizadora continúa vigente en todo tiempo y circunstancia, constantes en el trabajo pastoral y en la creatividad que, por necesidad, hemos tenido que ejercitar.
El pasado día 20 de julio, la Congregación para el Clero daba a conocer la publicación de una nueva instrucción pastoral titulada «La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia». La finalidad de este documento es fomentar la corresponsabilidad de los bautizados y promover una pastoral de cercanía y cooperación entre las parroquias. La Congregación recoge y apoya las iniciativas de muchos obispos que están reformando estructuras eclesiales, y es consciente también de las dificultades otros muchos por la falta de sacerdotes, o por el difícil encaje de las diferentes vocaciones y carismas. La presente Instrucción se ha elaborado para contribuir a responder a los desafíos que plantea esta vasta realidad, tan diversa y tan extendida.
Con esta Instrucción se quiere ofrecer un instrumento para motivar la reflexión y la renovación pastoral de las parroquias, conscientes de que debido a la diversidad de las comunidades parroquiales en las diferentes partes del mundo, no puede ni debe ofrecer indicaciones demasiado concretas, sino más bien criterios generales. Se trata de promover la conversión pastoral de la comunidad parroquial en el marco de la realidad eclesial actual. El Papa Francisco recuerda que «la parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad… si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo “la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas”…» (EG, n. 28).
Seguramente encontraremos no pocas opiniones de que la parroquia es una estructura ya desfasada y superada. Yo sigo pensando que es la expresión más visible e inmediata de la Iglesia, su rostro más próximo y palpable. La parroquia no es el edificio, el territorio o la estructura, sino la comunidad formada por personas. Pero hoy más que nunca es preciso que redescubramos la parroquia como comunidad cristiana local, en la cual está presente y operante el misterio de Cristo y de la Iglesia. Por eso a lo largo de este curso, Dios mediante, iremos profundizando en las reuniones sobre la comunidad parroquial y su misión evangelizadora.
Ciertamente nuestros pueblos y ciudades han experimentado y siguen experimentando cambios profundos, y las dificultades del momento presente son acuciantes, pero a pesar de todo ello, nuestras parroquias continúan siendo una referencia importante para el pueblo cristiano, y también para los no creyentes. A ellas se acercan las personas necesitadas que buscan ayuda espiritual o material, seguros de que serán bien recibidos. A ellas siguen acudiendo los fieles bautizados con más o menos perseverancia, pero encontrando siempre las puertas abiertas. Por eso seguimos convencidos de que la parroquia tiene presente y futuro y está llamada a ser fermento evangelizador y a mantener su importante papel de cohesión e integración social como una familia, como casa abierta a todo el mundo, como una fuente en medio de la plaza de la que mana el agua viva del Evangelio de Jesús, que ayuda a todos a calmar la sed de paz, de amor y de trascendencia, según la imagen acuñada por san Juan XXIII.